Este domingo mis pies tuvieron una aventura, pasó otra vez, no podía dejar de caminar; tenía que llegar a la cima.
Cada vez que mis pies comienzan descubro algo que desconocía de mí. Soy un ser desconocido hasta que piso una montaña y entonces, me identifico, no con algo, sino con todo.
En algún punto del camino el cuerpo dá paso a una fuerza que ya no pende de este mundo, es entonces cuando los pies son como el agua y el cuerpo entero se transforma en otra piedra de Gaia. La posibilidad de claudicar está más allá de nosotros, es solo una idea.
Ya arriba todo se vuelve dicha; esta vez el banquete fué un buen sandwich de jamón aplastado que sabía a gloria y mayonesa.
Y el paisaje era hermoso.