Una serpiente se arrastra entre el color rojo de mis sueños. Y un torbellino de flores amarillas me avienta al desierto del olvido.Sueño en ser lo amorfo de una estrella y el sonido de un mar verde.
Eso pasa cada noche entre la sombra de aquella masa oscura que tapa la magia de una idea; no entiendo entonces esta vida, entiendo solo la muerte. Afronto la belleza con cautela, divago entre el instante que muere y el que estoy creando. Me siento la duda de una cultura olvidada, un menhir labrado por una criatura que no existe.
En la luz me transformo, me vuelvo una montaña. El horizonte canta en lenguas de antaño y danzo con un arlequín que me ha amado.La vida se dibuja entre las piedras; se crea en mí lo no creado, una idea, el origen del tiempo y un ojo que ve el alma.
Me vuelvo de colores, tengo miedo.
No hay pintura en mis zapatos, es solo el reflejo de la luna de aquél día.
Ese día logré ser un humano.
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