18.10.15

Miradas.

Las miradas que damos a las cosas nos delatan. 
¿Qué tal vemos el arcoiris? ¿Qué tal vemos una catarina escurriéndose por el cuello de algún sujeto? ¿Qué tal vemos la nube que cubre el sol? ¿Qué tal vemos el reloj de la sala? ¿Qué tal vemos el zapato roto de un caminante? ¿Qué tal vemos los ojos del otro? ¿Qué tal vemos la mano manchada de tierra? ¿Qué tal vemos a través del cristal de una copa? ¿Qué tal vemos el mensaje en el mar y la botella? ¿Qué tal vemos a un gnomo? ¿Qué tal vemos la luna? ¿Qué tal vemos a Uxmal? ¿Qué tal vemos la risa y el llanto? ¿Qué tal vemos el final de un cerillo encendido? ¿Qué tal vemos el árbol peinado por el viento?

Recuerdo una vez que ví la cola de un gato que se mecía suavemente al borde de un tejado campirano, lo veía con ternura y con ganas de aventura. Otro día, en la catedral de Estrasburgo, ví el reloj más sofisticado que he visto, lo veía con curiosidad, con ganas de aprender y con sorpresa.
 
Y así, en verano, visité las tierras del Sacbé; en medio del sol  se encuentra la hacienda de Yaxcopoil, lugar de los álamos verdes. Es vieja, colorida, elegante.
Me desató miradas en planos, de profundidad, de historia, de detalles entrelazados, de vida y muerte, de reconstrucción. 
 


 



 Dos miradas en un mismo espacio.


Información para visitar la Hacienda.
El gato quizá ya se movió, y el reloj sigue ahí, en esa catedral.

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