14.10.14

Detalles del espacio y el color en Pompeya I

Me encanta leer artículos en los que se describe con detalle el espacio, el sabor, el color, la historia del lugar, las relaciones particulares con un todo; me recuerda  el estilo de "Un toque de canela", película que me fue recomendada por una linda española de nombre Elena a quien di asilo por couch-surfing y me devolvió el favor con este regalo y el descubrimiento de  un nuevo uso de la canela en la cocina.
Esos libros que inician parecido a esto:  "Estaba leyendo un libro de pasta dura y café con olor de madera antigua que le había regalado su abuelo, se lo dio un día mientras estaba cortando unas hojas para té de aquella mata de eucalipto que la parecía de ensueño; el libro le narraba  historias de los indios malayos al sur de la península Malaca; lo leía absorta, podía imaginar el brillo de cada planta y cada olor que los indios usaban para matar a sus enemigos con puntas de flechas y cerbatanas, imaginaba la selva y lo salvaje. Recordó entonces que su primer contacto con Malasia fue de niña,  de tarea debía elegir un país que iniciara con la letra de su nombre,  resultó que la M englobaba una vasta variedad de culturas desconocidas; variedad parecida a aquella de un avistamiento de aves en Nukak, norte del Amazonas; esa variedad que se desdobla infinitamente".

Me gusta eso, tender una red infinita de relaciones en las que al final la causa del relato se vuelve, posiblemente, desconocida y el sabor de leerlo es absolutamente único y genuino.  Así quisiera empezar este post, quisiera poder decir algo impregnado de espacios y colores, sin sentido, sin misura. Algo así como:

Estaba dispuesta a conocer Pompei  o Pompeya, se encontraba en medio de la estación central de tren en Nápoles, ciudad caótica que le había hecho probar ya la mejor pizza que ha comido en toda su vida. Aunque corrió, no fue lo suficiente, tuvo que esperar un segundo tren dirección Sorrento, y mientras, tuvo el tiempo de observar las pintas en los muros, el mundo sin fin de turistas, un anuncio que le decía de comer mozzarella de Nápoles o no sabría lo que es la felicidad; no lo hizo, pensó que como ya debe algunas de esas cadenas electrónicas que rompen la felicidad si no las envías, los efectos del queso podrían no contrarrestar las tantas que no ha enviado, necesitaba algo mas poderoso que un queso o, en su caso, que alguien le explicase las equivalencias al respecto.

El tren le hizo recordar por un instante el querido metro de la ciudad de México; se subieron un grupo de chicos e iniciaron a tocar algo parecido a lo que sería la tarantela napolitana. Cruzó palabras con un turista inglés, al final se desearon buen viaje, el pronunció un "adios" y un "hasta luego" como lo pronuncia aquél que está descubriendo el arte del español;  ella bajó del tren en Pompei scavi y fue directamente a comprar el boleto de ingreso.
















En medio de una gran ciudad que gira y se mueve, se encuentra este espacio inmóvil a los pies de un gigante activo. Recordaba todos los documentales, libros y revistas que había leído de esa ciudad, le giraban en la cabeza como esos instantes antes de descubrir la gran sorpresa, la verdad de esa ciudad llena de relatos míticos paralizados en la historia.


El sol saturaba de color cada una de las columnas que se asoman a la entrada. Se escuchaban algunos guías poniendo palabras a las piedras, dibujando historias de aquellas gloriosas épocas romanas.

Pompeya resultaba ser una ciudad mucho más grande de lo que la imaginación y los relatos le habían permitido pensar. Se comenzaban a ver los muros, las columnas que se alzan rígidas y viejas,  las calles perfectamente trazadas, las separaciones entre casas, las marcas humanas.






Una cosa llamó toda su atención e inmediatamente la hizo sentir el movimiento en esa ciudad, las marcas de las ruedas de carretas. El peso de la historia marcado a lo largo de cada una de las calles. El rastro del comerciante, del viajero, de aquél que podía pagarse una carreta.




Pompeya se está desvistiendo ante sus ojos.


Continuará...




No hay comentarios: